Algunas conductas en los velorios revelan que en general la
muerte santifica un poco las actitudes que en vida tuvo quien en este momento
hoy estamos despidiendo.
Miles de personas van a decir en algún momento mostrando su
foto al lado del ex presidente Néstor Kirchner: “esta fue su última aparición
en público”, a lo mejor para mostrar que él se estaba despidiendo y tal vez
para dar testimonio una vez más de cuán cerca nos tocó la muerte esa vez.
Si bien parece ser la única fecha que uno no puede elegir, para
el ex Presidente fue uno de los momentos más propicios.
Deja atrás una cantidad de logros importantes que lo van a
trascender seguramente durante varias generaciones.
Se evitó el desgaste para su salud y su psiquis que hubiera
implicado el año de campaña que el resto de nosotros, aún vivos, sí tenemos por
delante.
Le proporcionó a su viuda la presidenta de la Nación un
elemento realmente contundente –si es que no abusa de él-: la penosa
circunstancia de haber perdido a su compañero en el momento tal vez más
complicado y difícil de la carrera política de las últimas décadas en la
República Argentina.
Seguramente “pegarle” a Cristina no parece ser hoy una buena
estrategia para cosechar votos para las elecciones del 2011.
Tuvo el “¿privilegio?” de morirse poco tiempo después de
cumplir con su período presidencial… por lo que no hubo demasiado tiempo para
que sus enemigos denostaran su gestión reciente.
Si agregamos que en general tampoco está bien visto hablar
mal de los fallecidos podríamos –desapasionadamente- concluir que Néstor
Kirchner ha conseguido muchos elementos decisivos para convertirse en un ícono
argentino.
Lástima que para esto tuvo que pagar el precio más alto.
N. de la R.: Respecto de sus actos de gobierno me parece
algo estéril opinar de quien puso la pasión como eje en un cargo donde tuvimos
a personas reflexivas y analistas… a operantes e inoperantes, y también a un
entregador disfrazado de seductor.
Seguramente a Néstor Carlos Kirchner se le endilgarán
errores, pero no se lo podrá calificar de “tibio” y menos de “indeciso”.
Pero de esa cuestión se encargarán las generaciones
venideros.
Daniel Jorge Galst